viernes, 14 de noviembre de 2008

FUTBOL : COMENTARIO

ARTICULO DE CESAR HILDEBRANDT DE SU BLOG:

CESAR HILDEBRANDT BLOGGER

Alianza Lima

colch[1]Me dicen que Alianza Lima puede bajar de categoría. -¿Más? –pregunto. Sí, porque lo que la gente debería de saber es que el fútbol peruano, entero y de pico y patas, ya está en segunda división desde hace algunos años –tal como lo demuestra su selección, lo proclaman sus directivos y lo expresa con zetas bambas el amigo de Platero, o sea el Chemo del Solar-.
Lo que le puede pasar al Alianza, entonces, es bajar a tercera, al potrero donde siguen jugando el fantasma del Centro Iqueño, la calavera del Mariscal Sucre, la sombra del Porvenir Miraflores y las apariciones quejumbrosas del Defensor Arica, que en paz jamás descanse por matrero.
Me parece muy bien que el club de mis amores deje de disimular.
Sincerado, Alianza Lima se verá como lo que es: un club saqueado por algunos zánganos, gestionado por sinvergüenzas y dirigido por un venezolano chavista que ha venido a subvertir el orden y a incendiar la padrera empezando por el pasto amarillento de Matute.
Hay que ser muy bruto para hacer de Alianza Lima un equipo triste. Y eso es lo que es el equipo que fue de mis amores: zambería que ha perdido el tumbao, negros sin jarana, lentitudes pastrulas. Y un beisbolista venezolano parado ante el atril, dirigiendo con una corbata pajarita y un frac de alquiler a lo que queda de la Matancera.
Alianza Lima era una manera de sacarle la vuelta a la pobreza de la calle Cotabambas, un estilo de darle la segunda vuelta al saco del bautizo y un triunfo de la polka azambada sobre los yaravíes y las quenas (y los vientos importados de la riquería). Y tal vez eso fue así porque la importación de esclavos negros hacia América la introdujeron los españoles –en complicidad comercial con mercaderes portugueses- para reemplazar la mano de obra indígena, que en algunos lugares fue diezmada brutalmente pero que en otros trabajó mal para demostrar su rebeldía ante el sistema de explotación impuesto.
Y lo increíble es que muchos curas y académicos, horrorizados ante el trato que padecían los nativos guajiros, aztecas, guaraníes o incas, no dijeron ni una palabra cuando los negros empezaron a llegar en mancha a nuestras costas. Y es que hasta los hombres de la Santa Madre Iglesia estaban convencidos de que los negros no eran humanos sino una especie tardía y mejorada de simios mayores.
Así lo habían pensado los árabes, pioneros en la trata de esclavos africanos. Y así lo había hecho Antonio Gonzales, el primer mercader en serio de mano de obra negra. Este portugués infame llevó a la península ibérica “manadas” de negros salidos de las costas occidentales de África en una fecha tan temprana como 1441 y 1442 -¡cincuenta años antes de que Colón llegara a América!-.
De modo que los negros y los negruzcos, los pardos y los parduzcos que fundaron Alianza Lima al amparo de la caballería de Augusto B. Leguía, en 1901, y que al principio no tuvieron techo donde sesionar ni bolsillo que los socorriese, venían de muy lejos y apuntaban más lejos todavía: querían demostrar –y demostraron- que habían derrotado a la amargura, que estaban por encima del recuerdo de la infamia ancestral y que su enemiga mayor, la tristeza, sería goleada para siempre. Y fue goleada.
Ahora entenderán algunos por qué el Alianza Lima es mucho más que un club. Y ahora quizá entiendan otros por qué muchos aliancistas sin remedio no quieren saber nada de los pobres diablos que dirigen el club, esos que creen que de Venezuela viene ahora el señor de los milagros y que sumando nadas se puede lograr algo y que acumulando deudas uno puede hacerse rico.
Los negros en los Estados Unidos se redimen con el mulato Barack Obama. Aquí deben saludar a Richard Páez, que siempre responde con un rebuzno. Es que también es amigo de Platero.

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